Las elecciones en Brasil son un alerta sobre la crisis política no solamente de la propuesta de las izquierdas y los progresismos, sino de cualquier alternativa al neoliberalismo. En Brasil no solamente ganó lo antagónico a la propuesta de Lula y Dilma, sino que con Bolsonaro ganó la expresión más radical de la derecha con una carga neocolonial, racista, homofóbica, neoliberal, de subordinación al imperialismo norteamericano, ignorancia y otros.
Dos hechos son, si no promotores por lo menos acicates de la victoria de Bolsonaro: primero, la victoria de Trump en Estados Unidos –con características similares–; y segundo, la sistemática aplicación de una política norteamericana con diferentes aristas de acciones contra los gobiernos progresistas y por el control geopolítico de la región que incluyó el financiamiento de acoso y campañas comunicacionales para el desprestigio de las principales figuras progresistas hasta encontrar los escenarios de confrontación callejera y la vía electoral.
También existen los errores internos que han cometido y cometen los gobiernos progresistas; desde la separación de los dirigentes sociales que ascienden social y económicamente para cumplir tareas del Estado debilitando a sus organizaciones y a los movimientos sociales, hasta casos de corrupción y, fundamentalmente, la falta del replanteamiento de un sendero hacia un desmontaje del Estado capitalista por otro de tipo socialista.
Para la Bolivia del escenario electoral, el referéndum del 21F abre una coyuntura en donde el centro del ataque de la derecha se ha dirigido a descalificar moralmente al presidente Evo Morales, hacer bandera de la lucha contra la corrupción que se busca posicionar como una marca general del Gobierno y cualquier tema coyuntural que va con demagogia, desde las demandas regionales hasta la defensa del medio ambiente, e incluso la lucha contra la violencia a las mujeres.
De esta manera, encontramos que: 1) El enemigo principal es el imperialismo norteamericano y su pretensión de dominio de la región; 2) El desmantelamiento radical del Estado capitalista es una tarea urgente, pues su sentido y racionalidad subsume a cualquier otra; 3) Repolitización de las organizaciones y movimientos sociales, fortaleciendo el Pacto de Unidad en la reafirmación y acciones para el horizonte socialista.
La derecha ha tenido la capacidad de rearticularse nacional e internacionalmente, influyendo en la sociedad en sus diferentes estratos y clases mediante el aprovechmiento de las contradicciones y errores de los gobiernos progresistas y azuzando las fibras racistas que perviven en la colonialidad heredada y el arribismo típico de sectores que ascendieron económicamente y hoy niegan su identidad y herencia indígenas y/o se han desclasado.
Por eso, tanto las organizaciones y movimientos sociales, como cualquiera que sienta desprecio por la injusticia, por la explotación y otros artilugios del sistema capitalista y la mentalidad colonial, tenemos la obligación de no perder la democracia y ejercerla de hecho frente a la nueva ola ofensiva de la derecha. No solamente necesitamos que el Proceso de Cambio continúe para poder seguir buscando justicia e igualdad social, sino que se radicalice hacia el socialismo. El enemigo no viene con corrupción y pobreza como propuesta, como muestra basta un botón con la Alcaldía de Cochabamba del golpeador de indios José María Leyes y la crisis cada vez más preocupante de la Argentina de Macri, y es que esta vez la derecha tendrá un racismo lleno de odio que se traducirá sin ninguna duda en muerte y pérdida de los derechos del pueblo, algo así como el fascismo mismo.
MG
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