sábado, 5 de julio de 2014

Encuentro Sindical Internacional : TESIS POLITICA ANTIIMPERIALISTA


TESIS POLITICA ANTIIMPERIALISTA
COCHABAMBA, JULIO 2014
  Creo que esta idea de la ofensiva en defensa de la Humanidad, está cada día más engranada con la realidad que estamos viviendo en el mundo
Hugo Chávez

Quiero animarme a    plantearles algo que corresponde a los movimientos sociales del mundo: ¿cómo podemos todos unidos enfrentar al capitalismo? Estoy convencido de que debemos elaborar una nueva tesis para salvar el planeta, una doctrina por la vida
Evo Morales



INTRODUCCION. CRISIS DEL CAPITALISMO Y CONSECUENCIAS PARA LA CLASE TRABAJADORA
Los pueblos del mundo y especialmente los sectores populares estamos sufriendo las consecuencias de una crisis del capitalismo. Una crisis como nunca antes hemos vivido. Una crisis que es global y estructural.
Es una crisis global porque, a diferencia de las anteriores crisis del capitalismo en el siglo XIX y en el siglo XX, en este sistema-mundo capitalista las resistencias son locales, pero sin haber construido todavía un frente alternativo al capitalismo. Los pueblos están dejando de creer que el capitalismo sea democrático, y también se va dejando de creer en una democracia capitalista. Sin embargo todavía no se ha construido una alternativa al mismo de carácter global, como la crisis que vivimos.
Y es una crisis estructural porque es la combinación de varias crisis, económica, financiera, energética, climática, alimentaria, hídrica, institucional, política y de valores. No solo padecemos la crisis de un sistema económico y de producción que no da más de sí, que para elevar la tasa de ganancia, o mantener la plusvalía producida a costa de la explotación de los pueblos, trabajadores y la naturaleza del Sur, tiene que convertir a la Madre Tierra y a las personas en objeto de su despiadado dominio depredador.
Queremos resaltar la crisis climática como la cristalización de todas las crisis; la supuesta alternativa de la economía verde como respuesta al desastre ambiental que sufrimos no suponen más que la privatización de la naturaleza y el resto de bienes comunes, así como la demostración de que no existe capitalismo con rostro humano, estamos en una etapa del capitalismo donde se mercantiliza todo, la vida y los bienes comunes.
Todo ello mientras se ponen en marcha guerras imperialistas para depredar los recursos naturales de los pueblos en un círculo vicioso en el que esos recursos naturales sirven para alimentar la industria de la guerra, demostrando la voracidad del imperialismo. Recursos naturales, energía y agua son objetivos del imperialismo que los pueblos y los trabajadores tenemos la obligación de defender, pues son el futuro que debemos dejar en herencia, la Madre Tierra que debemos cuidar pues es nuestro hogar.
El capitalismo ha adoptado por tanto una medida geopolítica planetaria y la crisis expone la contradicción básica del capitalismo: la contradicción entre el carácter social de la producción y la forma capitalista de propiedad sobre los medios de producción y la apropiación de sus resultados. En las crisis, el mecanismo entero del modo capitalista de producción, queda subordinado a la presión de las fuerzas productivas creadas por el capitalismo.
La consecuencia de todo ello es que existen 1000 millones de personas que pasan hambre en el mundo según la FAO y desde que comenzó la crisis el número de pobres ha aumentado en 100 millones de personas.
Pero si bien la pobreza y el hambre son los efectos más visibles de la crisis del capitalismo, todo ello va unido a la pérdida de derechos sociales de la población, especialmente de los derechos laborales. El capital va a intentar salir de la crisis a costa de los trabajadores.
La fase superior del capitalismo es el imperialismo y el neoliberalismo en cuanto a destrucción creativa y política anti-obrera. En ciertos de los países de América Latina se pudo frenar el consenso de Washington y las recetas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que buscaban las privatizaciones y restricciones de las políticas sociales, pero hay otras partes del mundo cuyos pueblos siguen sufriendo la receta neoliberal como supuesta salida a la crisis. Sin embargo, siguen aumentando las tasas de desempleo, y recortando los derechos sociales, la salud, la educación, a la vez que desahucian familias enteras mientras rescatan a los bancos.
Sin embargo las recetas neoliberales ya ni siquiera pueden resolver los problemas de los países del centro del sistema-mundo capitalista. Dichos países cuentan a veces con gobiernos paralelos bajo la forma de las compañías transnacionales que son nuevas formas de las que se dota el imperialismo para operar en los países supuestamente en desarrollo. La riqueza de unos pocos supone la miseria de una buena parte del planeta.
Ya lo definió perfectamente Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del mundo: “Por supuesto que hay lucha de clases y los ricos estamos ganando”.
Por lo tanto, si la lucha de clases sigue más vigente que nunca, la construcción de un proyecto alternativo que haga frente a la crisis del capitalismo solo puede venir de los sectores populares y trabajadores organizados. La lucha sindical por tanto cobra especial vigencia en la coyuntura actual.
Y la lucha sindical contra el capitalismo solo puede tener como horizonte el socialismo. En un mundo globalizado donde la socialdemocracia se vendió al neoliberalismo y el socialismo construido en el siglo XX ha tenido debilidades, la construcción en el siglo XXI de un socialismo indemne de los retrasos y debilidades que tenía durante el primer esfuerzo de su implementación es tarea urgente y necesaria.
Y como ya lo definió la Central Obrera Boliviana en su Tesis Socialista de 1970, están equivocados aquellos que sostienen que las organizaciones sindicales deben limitarse a jugar el papel de sindicatos tradeunionistas, es decir, circunscritos a la lucha puramente económica. Sin abandonar la lucha en defensa de las condiciones materiales, los trabajadores debemos intervenir en la vida política del país en nuestra condición de vanguardia revolucionaria. Vanguardia que en el caso de Bolivia y otros países se complementa con el proyecto político de las naciones y pueblos indígenas originarios y campesinos, que fusionan la lucha sindical con lo comunitario bajo un horizonte de “socialismo comunitario”.

APORTE DE BOLIVIA
Precisamente los trabajadores del mundo celebramos el Encuentro Sindical Internacional Antiimperialista en reconocimiento y aprendizaje de una Bolivia abigarrada donde lo obrero, lo campesino y lo indígena se fusionan en lo comunitario bajo un horizonte de construcción socialista.
Reconocemos en Bolivia un gobierno de movimientos sociales, donde la dirección del proceso se encuentra en manos de los sectores populares, donde el Estado se ha fusionado con la sociedad civil. Un proceso que se funda en las luchas históricas contra la colonial, el capitalismo y el neoliberalismo. Un proyecto político, fusión de las luchas indígenas, obreras y campesinas, que continua en construcción pero en el que nos sentimos representados los sectores populares de nuestros países.
Reconocemos en Bolivia un Estado que ha tomado el control de los sectores estratégicos de la economía, los hidrocarburos y energía en general, las telecomunicaciones, salud y educación, pertenecen ahora al Estado y no a los individuos, un Estado que a la vez es síntesis de un cambio de época en América Latina, un Estado que pertenece al pueblo, porque es del pueblo y funciona en base a las necesidades populares.
En Bolivia no solo no se reprime ni persigue a los sectores populares y sindicatos, si no que se les impulsa y apoya política y materialmente construyendo una democracia participativa que incorpora a los trabajadores en la toma de decisiones.
Ese otro modelo de relacionamiento con los sectores movilizados de la sociedad es el que nos muestra una democracia viva, participativa, intercultural y comunitaria. Los sindicatos del mundo reunidos en Bolivia estudiamos el nuevo paradigma boliviano que nos propone el Vivir Bien ante la crisis civilizatoria que vivimos. Queremos apostar a un modelo de desarrollo y a un modelo político que piense la economía desde lo comunitario, apostando por la emancipación de los pueblos y las comunidades para vivir en armonía con la Madre Tierra.

APUESTA POR LA INTEGRACIÓN SOCIALISTA
Porque la crisis del sistema-mundo capitalista y la disputa geopolítica por el control de los recursos naturales nos lleva a los pueblos y trabajadores del mundo a un escenario donde hay que optar por uno de los dos proyectos en disputa, el de la emancipación socialista, o el de la restauración neoliberal.
Bolivia, y los procesos de cambio en América Latina, han apostado, con diversos ritmos, intensidades y matices, por la emancipación; de sus pueblos, de sus habitantes y de su naturaleza, recuperando la soberanía sobre sus recursos naturales para hacer frente al proyecto imperialista y neocolonial.
Por eso hoy, aquí y ahora, los pueblos y trabajadores del mundo queremos desarrollar la reflexión del compañero Presidente Evo Morales y venimos a proponer una tesis para salvar el planeta, una doctrina en defensa de la vida frente a la muerte encarnada en el capitalismo. Esta tesis solo puede tener un horizonte, el del socialismo, con el aporte que recogemos en Bolivia de lo comunitario, y solo puede estar asentada sobre tres solidos pilares, el antiimperialismo, el anticolonialismo y el anticapitalismo.

TESIS POLÍTICA ANTIIMPERIALISTA, ANTICOLONIAL Y ANTICAPITALISTA RUMBO AL SOCIALISMO         
Nuestras realidades nacionales tienen diferentes ritmos e intensidades, pero queremos mirarnos en el reflejo de Bolivia, donde se pasó de la resistencia a la construcción de un instrumento político para la toma del poder, y de la toma del poder a la construcción de un proyecto político del pueblo y para el pueblo.
Ahora queremos crear un instrumento político mundial para la construcción de un proyecto político global que dé respuesta a la crisis estructural del capitalismo.
Antiimperialismo
El secuestro aéreo del Presidente Evo Morales hace un año poniendo de rodillas a varios países europeos constató que el imperialismo no se va a quedar quieto ante los proyectos de transformación social que ponen en marcha procesos de cambio en defensa de las mayorías sociales.
Un proyecto con base antiimperialista debe por tanto, repudiar el brazo armado de los Estados Unidos llamado OTAN, la maquinaria político-militar del imperialismo.
Nuestro proyecto antiimperialista condena las bases militares que el imperialismo disemina por todo el mundo como método de injerencia. En América Latina son 77 bases m militares conocidas que violan la soberanía política y territorial de los países de Nuestra América.
Especial atención merece la situación de Colombia y las bases estadounidenses allá instaladas, punta de lanza para rodear la Amazonia, elemento central de disputa geopolítica en los próximos años. La Paz en Colombia, con la que nos comprometemos profundamente, pasa por la retirada de las bases militares pero también porque la paz venga acompañada de la participación política de la insurgencia y la clase trabajadora y los sectores populares colombianos, como medio para garantizar la justicia social para todo el pueblo colombiano.
De la misma manera que condenamos la injerencia imperialista mediante la instalación de bases militares, hacemos lo mismo con las mal llamadas “guerras humanitarias”, “guerras contra el terrorismo”, “guerras preventivas” y “misiones de paz”, solidarizándonos con los sectores populares y la clase trabajadora en Irak, Afganistán, Libia o Siria, que han visto destruidos sus países por la codicia imperial que han visto como las guerras militares se transformaban también en guerras económicas y culturales contra los pueblos.
Asimismo, condenamos cualquier tipo de injerencia contra gobiernos soberanos, bien sea hecha por medio del espionaje, bien por medio de golpes de Estado como los sucedidos en Honduras o Paraguay en América Latina en este siglo XXI, además de los intentos, fracasados por medio de la movilización popular, en Venezuela, Bolivia o Ecuador.
Injerencias que vienen acompañadas de un terrorismo mediático contra los procesos, sindicatos y movimientos sociales, la llamada Guerra de IV Generación, el intento de construir un orden comunicacional hegemónico manejado por transnacionales capitalistas de la comunicación que tratan de imponer sus objetivos políticos, económicos y sociales, siempre contrarios a los intereses de la clase trabajadora y los sectores populares.
Como medida para superar las injerencias contra la soberanía política y económica de nuestros pueblos, defendemos la desaparición del Consejo de Inseguridad de las Naciones Unidas y la democratización del propio sistema de las Naciones Unidas.
Anticolonialismo
Consideramos que el modelo de colonización impuesto por los países del norte fue a través de crímenes de lesa humanidad, saqueos y sometimiento de nuestros pueblos, y que las guerras han sido el instrumento de sometimiento y dominación que ha utilizado el imperialismo para imponer su voluntad política y económica.
El orden colonial es el núcleo del genocidio, de millones de seres humanos exterminados, de cientos de lenguas aniquiladas en beneficio de una pretendida homogeneización, de economías de complementariedad basadas en el trueque sometidas al mercantilismo, de adelantos civilizatorios sometidos a la inquisición y de un orden social basado en la reciprocidad reducido por el individualismo.
Apostamos por la descolonización y la destrucción de los cimientos materiales y subjetivos sobre los que se asienta el racismo, el colonialismo interno y las nuevas formas de colonialismo externo. La descolonización implica desmontar los cimientos institucionales, económicos, políticos y culturales del viejo régimen y construir nuevos cimientos institucionales, económicos, políticos y culturales de una nueva forma de organizar la vida social.
La descolonización es un proceso revolucionario que lucha contra el capital financiero y contra las grandes transnacionales, debemos derribar el mito de un capitalismo democrático o una democracia capitalista. Pero la descolonización implica también luchar contra la colonización cultural e ideológica, el racismo, así como contra todas las formas de discriminación. Debemos mencionar aquí el rol de la mujer en la lucha sindical y comprometernos con la lucha contra el patriarcado, saludando el proceso de despatriarcalización que impulsa el Estado boliviano y sus movimientos sociales.
La descolonización implica asimismo una lucha por la Interculturalidad, por otro modelo educativo que implique una apuesta por una educación abierta, humanista, científica, tecnológica, productiva, liberadora y revolucionaria, crítica, solidaria; orientada a la conservación y protección del medio ambiente, la biodiversidad y el territorio con soberanía.
La descolonización implica enfrentar las situaciones neocoloniales que todavía viven nuestros pueblos. En el caso de América Latina repudiamos la ocupación de la ocupación imperialista de Puerto Rico; de Guantánamo en una Cuba socialista que sigue resistiendo heroicamente a un bloqueo criminal; de las Islas Malvinas por el Reino Unido y la OTAN; y nos comprometemos con la defensa de una salida al mar con soberanía para Bolivia, salida que le fue arrebatada en una invasión imperialista impulsada por las elites económicas chilenas para quedarse con sus recursos naturales, una verdadera integración latinoamericana pasa por darle solución a la justa demanda de Bolivia ante Chile. Tampoco podemos olvidarnos de otras partes del mundo y en ese sentido rechazamos la ocupación de Palestina y el genocidio que comete Israel con todo un pueblo.
Anticapitalismo
Nuestra lucha es contra el capitalismo y todas sus expresiones. Contra ese modelo destructor de toda forma de vida que además se apropia de la plusvalía generada por los pueblos, las personas y nuestra Madre Tierra.
Todo ello dentro un momento histórico caracterizado por una guerra de alta intensidad financiera contra los procesos de cambio. Nos sumamos a las declaraciones del Presidente Evo Morales solidarizándose con Argentina frente a un sistema financiero global injusto e inmoral y los llamados “fondos buitres”, quieren doblegar a los procesos de cambio mediante deudas contraídas durante las dictaduras militares y el periodo neoliberal por gobierno que servían al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Este sistema financiero internacional utiliza al FMI y el BM, pero también a la OIT, para debilitar la soberanía económica de los pueblos y sus trabajadores. Condenamos esta forma de neocolonialismo financiero de los Wall Street Boys, los operadores del capital especulativo financiero, y apostamos por una nueva arquitectura financiera internacional.
Este julio se cumplen 29 años de la Conferencia de La Habana sobre la Deuda Externa, mecanismo ilegal del capitalismo para seguir colonizando a los pueblos, repudiamos toda deuda del mal llamado tercer mundo y apostamos por la eliminación total de la deuda.
Parte de la mutación del capitalismo financiero son los tratos de libre comercio con los que pretenden enmascaras el control territorial que quieren hacer de los procesos de transformación y sus recursos naturales. Rechazamos especialmente la reedición sofisticada del ALCA que los pueblos de América Latina y los gobiernos progresistas derrotaron en 2005 en Mar del Plata y que ahora se llama Alianza del Pacifico, herramienta imperialista de los Estados Unidos para socavar el proceso de integración política regional en América Latina y recuperar espacios perdidos hasta el momento por el avance de los procesos de cambio.
Frente a la Alianza del Pacifico, proponemos la Alianza de los Pueblos del Sur y de la clase trabajadora en defensa de los recursos naturales de los pueblos y de la Madre Tierra.
No es casualidad que el ataque terrorista que vive Venezuela, país con las reservas de petróleo más grandes del mundo, al igual que ya lo intentaron con Bolivia y Ecuador. La recuperación y soberanía sobre los recursos naturales es fundamental pues constituye la base material de todo proceso, la posibilidad de redistribuir la riqueza y reducir las desigualdades en países castigados por 500 años de colonización.
Al igual que defendemos la soberanía sobre los recursos naturales, defendemos también la soberanía alimentaria y nos solidarizamos con las luchas campesinas frente a las transnacionales, al agronegocio, el uso de agrotóxicos y transgénicos y en defensa de la soberanía alimentaria.            
Rumbo al Socialismo
Sobre estos tres pilares es que proponemos la coordinación y la cooperación de la clase trabajadora y los sectores populares que luche por la construcción del socialismo a nivel nacional, regional y mundial.
Porque para llegar al socialismo necesitamos construir previamente, la unidad de todas las fuerzas revolucionarias en un frente popular antimperialista, anticolonial y anticapitalista a partir de una alianza obrera, campesina e indígena, una alianza de los sectores populares.
Un socialismo que solo puede ser democrático, ampliando los márgenes y límites de la democracia liberal, un socialismo antiimperialista y anticolonial que supere todas las formas de enajenación del capitalismo, que crezca desde las raíces de la clase obrera y los movimientos indígenas originarios y campesinos, desde las fábricas y desde el campo y las comunidad, para construir la sociedad-comunidad a la que aspiramos, una sociedad donde el valor de uso primer sobre el valor de cambio impuesto por el mercado y el capital.
Un socialismo con los medios de producción socializados en una sociedad donde los servicios básicos les sean garantizados a todas las personas junto con sus derechos laborales. Todos los derechos para todas las personas.
La crisis del capitalismo lleva aparejada que para mantener la tasa de ganancia a partir de la explotación de los trabajadores, en casi todos países del mundo la edad de jubilación aumenta, las pensiones se reducen y se mercantiliza y privatiza la salud.
Por supuesto el socialismo al que aspiramos recoge las luchas y reivindicaciones de la clase obrera a lo largo de la historia. Exigimos un sistema público, universal y obligatorio de seguro social para todos los países, además de la reducción de la edad de jubilación y aumento de las pensiones pues solo de esta manera las clases populares podrán vivir con dignidad después de su jubilación.
Nuestro proyecto socialista debe garantizar que el agua y los servicios básicos sean un Derecho Humano a partir de la soberanía sobre los recursos naturales y energéticos que garantice los derechos sociales y laborales.
Para garantizar los derechos sociales y laborales, necesitamos construir una visión distinta del desarrollo capitalista.
El horizonte socialista debe ser necesariamente internacionalista. Un internacionalismo que como decía el Che, es la ternura de los pueblos. Defendemos un internacionalismo alianza del movimiento obrero, campesino e indígena junto a los movimientos de liberación nacional y todos los oprimidos del mundo que luchan por un mundo y un futuro de paz y justicia social.
Ese internacionalismo clasista y socialista debe tener como base la formación política, si queremos enfrentar la hegemonía capitalista en lo económico, político, cultural y mediático, debemos prepararnos para la Batalla de Ideas. Batalla de Ideas que como nos recordaba el Comandante Fidel Castro, no significa solo principios, teoría, conocimientos, cultura, argumentos, réplica y contrarréplica, destruir mentiras y sembrar verdades; significa hechos y realizaciones concretas.

CONCLUSION
Reconocemos el aporte de la Federación Sindical Mundial en sus 69 años de vida en la defensa de la clase trabajadora en Vietnam, Cuba, Corea, la España de Franco, el Portugal de Salazar, la Grecia de la heroica guerra civil, hasta Guatemala, Angola, Granada y Chile, Sudáfrica, El Congo, Mozambique, Etiopía, Egipto, el Golán Sirio, el Líbano, Irak, la India, Indonesia, Timor Oriental y el Sáhara Occidental.
Asimismo reivindicamos el legado de todos los libertadores que dieron su vida por la liberación nacional y social de sus pueblos, Bolívar, Zapata, Martí, Sandino, el Che, Ho Chi Minh, Sankara o el Comandante Chávez además de reconocer el aporte que al momento histórico actual ha hecho la revolución cubana encabezada por los comandantes Fidel y Raúl Castro.
El momento de transición en que nos encontramos necesita de una coordinación de sindicatos, movimientos sociales, los jóvenes, las mujeres e intelectuales comprometidos, para desde la defensa de los procesos de cambio, buscar la construcción del proyecto político de liberación nacional y social de nuestros pueblos.
Pero nuestra liberación no es solo la liberación de nuestros pueblos. Es a la vez la liberación de la humanidad entera porque nosotros no luchamos para dominar a otros; luchamos para que nadie domine a otro.
Y en el camino de la liberación, es importante mantener las conquistas logradas, por lo que nos solidarizamos con el proceso de cambio boliviano que esperamos sea reforzado en las elecciones presidenciales del 12 de octubre.
Que viva el proceso de cambio boliviano
Que vivan las luchas de la clase trabajadora
Contra la barbarie capitalista, por la paz y un mundo sin explotación
Cochabamba, Estado Plurinacional de Bolivia, 2 de julio de 2014

El G77 y la descolonización de la geopolítica


Las recientes crisis en Ucrania y Siria manifiestan la compleja transición hacia un mundo sin centro hegemónico único; lo que se está denominando el "incipiente mundo multipolar" (las áreas en disputa manifiestan esta tónica). El siglo XXI amanece con un nuevo mundo emergente que ya no presupone, ni cultural ni civilizatoriamente, la hegemonía occidental. El "gran relato" neoliberal del "fin de la historia" se hizo pedazos el 11 de septiembre de 2001 y su última cruzada, llamada el "choque de civilizaciones", es derrotada en Siria y Ucrania. Es decir, el fenómeno de la colonización, consustancial al mundo moderno, empieza a desmoronarse en el nuevo siglo. Incluso las nuevas potencias emergentes, si optaran por asegurarse áreas de influencia, ya no podrían hacerlo según las prerrogativas que adoptaron las potencias occidentales cuando se repartieron el África y el Oriente. La sobrevivencia de un mundo multipolar pende del siguiente detalle: los términos en que se expresen las alianzas geopolíticas sólo podrían cimentarse en una cooperación mutua y estratégica y ya no en exclusivas relaciones de dominación.

Las últimas bravuconadas que Occidente despliega bélicamente no hacen sino mostrarnos su decadencia profunda. Ya no pudo invadir Siria, y eso le está costando, no sólo credibilidad sino, sobre todo, la desconfianza en su capacidad militar. Incluso podría decirse que el 3 de septiembre de 2013 se evitó la tercera guerra mundial, cuando el sistema de defensa aéreo ruso S300-PS, desde la base de Tartus, en Siria, intercepta y destruye misiles tomahowks (lanzados desde la base gringa de Rota, en la bahía de Cádiz), que tenían como destino Damasco. Desde entonces queda demostrado que los rusos han recuperado su importancia militar; lo cual equilibra un mundo que había sido capturado por USA (según Ehud Barack, exministro de asuntos militares de Israel, eso debilita a USA en todo el mundo). Desde el triunfo de Rusia ante Georgia, por Osetia del Sur, el 2008, puede decirse que la geopolítica del siglo XX ha sido dislocada en favor de una nueva reconfiguración planetaria.

En Ucrania termina de rematarse la cosa, puesto que la injerencia occidental, comandada por USA, no hace sino, para su propia desgracia, acercar aún más a China y Rusia, lo cual significa, en lo venidero, el viraje definitivo de la economía mundial hacia el Oriente. El último acuerdo monumental entre Rusia y China (cuyo comercio bilateral alcanzará, para el 2020, los 200.000 millones de dólares), no sólo ratifica la hegemonía de una Eurasia oriental, en torno a la restauración comercial de la "ruta de la seda", sino hasta posibilita que China se expanda hacia Occidente (los más que probables ejercicios militares conjuntos entre Rusia y China en pleno Mar Negro). Ni USA ni Europa tienen la musculatura, ni económica ni militar, para hacer valer sus sanciones económicas a una Rusia que, aliada de China, ya no tiene necesidad de supeditarse a un Occidente en plena decadencia.

El mundo y su cartografía geopolítica, tal cual había sido concebida por las potencias occidentales, desde el siglo XIX, está feneciendo. Esto quiere decir que la disposición centro-periferia, pertinente al mundo moderno, ya no tiene sentido. Como tampoco tiene sentido, frente a la crisis climática y energética, un sistema económico que sólo sabe administrar el despojo sistemático de vida (humanidad y naturaleza) en favor de los fetiches del mundo moderno: el capital y el mercado. La crisis es civilizatoria y sólo puede ser comprendida, en su verdadera magnitud, desde una perspectiva multidimensional.

Esto quiere decir que, tampoco las ciencias modernas, en su crisis epistemológica, estarían a la altura de dar razón de la crisis. Si todas parten de los mitos y prejuicios modernos, ¿cómo podrían auscultar una crisis que la originan estos mismos mitos y prejuicios? La crisis actual manifiesta una rebelión de los límites mismos de un mundo que es finito; pero la ciencia moderna, la economía capitalista y el mismo paradigma del desarrollo, suponen recursos de aprovechamiento infinitos como presupuesto de un progreso también infinito.

Este presupuesto da origen a la sociedad moderna. Pero es un presupuesto falso, porque los recursos no son infinitos. Ni la naturaleza ni el trabajo humano pueden garantizar un progreso sin fin. Un crecimiento sin límites es una pura ilusión trascendental. Por eso el mundo moderno se halla en la peor de sus encrucijadas; pues si su economía se basa en el crecimiento económico, este crecimiento supone el aprovechamiento desmedido de energía fósil. Sin energía se hace imposible crecer. Crecer para el primer mundo significa aumentar su consumo de energía; pero si añadimos a esto que el mito moderno de los países ricos es crecer indefinidamente, fieles al modelo de desarrollo y progreso infinito, resulta que su propia forma de vida, basada en el crecimiento infinito, ya no puede sostenerse. Entonces, lo que se vislumbra, como consecuencia de esta crisis, es el colapso cultural y civilizatorio de la modernidad occidental. No siendo ya el primer mundo dueño de la energía del planeta (desde el 2003, cuando British Petroleum confirma el fracaso de la guerra de Irak), ya no puede subvencionar su desarrollo con la miseria que genera su economía en el resto del planeta.

La crisis financiera se vincula también a la crisis energética, que es la otra cara de la rebelión de los límites ante las pretensiones ilimitadas de un crecimiento sin fin. Este crecimiento es ya insostenible ante la evidencia del agotamiento paulatino de los recursos energéticos. Lo cual hace más vulnerable la estabilidad a futuro de un dólar que, sin petróleo, no tiene nada que lo sostenga (a no ser sus bombas nucleares). El primer mundo requiere cada vez más energía para crecer económicamente, pero si ya no dispone de energía barata y abundante, todo su complejo industrial y tecnológico se estanca. Entra en crisis. Tanto su producción como su consumo ya no pueden sostenerse. La crisis manifiesta aquello. La crisis climática es la rebelión de los límites: el mundo es finito.

Por eso el mito de la globalización encierra una aporía insoluble: si el mundo es uno, entonces no es infinito. El sistema-mundo-moderno-occidental choca entonces con la fuente de donde emana todo lo que hace posible la vida: la naturaleza es única, lo cual no quiere decir que sea infinita. Única quiere decir vulnerable. Su finitud es constatación de su condición de sujeto. Por eso no puede no tener derechos. Si la vida procede de ella es porque es Madre. Por eso le decimos PachaMama. La extracción indiscriminada que se hace de sus componentes vitales, en torno a una acumulación excesiva de ganancias, hace imposible que pueda reponer lo que se le ha quitado: la sobre-explotación de un recurso conduce a la destrucción paulatina de todo su contexto vital. A esto llamamos extractivismo, prototípico del capitalismo.

La curva geofísica de Hubbert fue diseñada para mostrarnos que todo elemento depletable, como el petróleo, alcanza una cúspide en su explotación, para nunca más superar aquello. Según el World Energy Outlook (informe anual de la Agencia Internacional de Energía del 2010) esta cúspide a nivel mundial ya se habría alcanzado el 2006. Y, si es cierto que la cúspide de todos los hidrocarburos, además del uranio, se daría el 2018, entonces se hace imprescindible una transformación en la base energética; pero los países ricos no responden de modo sensato a esta realidad sino que apuestan por un peligro aún mayor: los agrocombustibles.

Pareciera que los países ricos, al no encontrar salida a su crisis, optan por meterse más en ella. Pues esta supuesta solución a la crisis energética supondría un holocausto alimenticio a nivel global (la subida de los precios de granos y alimentos corrobora una tendencia de carácter especulativo que aprovecha ufano el capital financiero).

La pelea energética es ahorita la tónica de los dislocamientos geopolíticos. Para el imperio es imprescindible la combinación dólar-petróleo. Sin petróleo no puede sostener su infraestructura bélica planetaria. Si tiene el petróleo tiene el control. Entonces la situación en Ucrania y Siria nos lleva también a reflexionar acerca de la amenaza sistemática que ejercen los poderes fácticos en Venezuela. Necesitan del petróleo venezolano para equilibrar su poder ante estas nuevas derrotas en Ucrania y Siria.

USA persigue su soberanía energética recapturando a Latinoamérica. Por eso el TLCAN con México reaviva la "Doctrina Monroe", por eso lo que sucede en Venezuela forma parte de su estrategia geopolítica ante el ascenso de China y Rusia; las bases militares gringas de Colombia y Perú ya no apuntan sólo a Venezuela sino también a Brasil. No sólo el Orinoco sino el Amazonas son áreas geoestratégicas para restaurar un mundo unipolar (parece que Brasil, aun siendo parte de los BRICS, no se ha anoticiado de esto).

Esta lectura nos sirve para diagnosticar, establecer y determinar el contexto epocal que subyace a la celebración de la "50 reunión cumbre del G77". Esta cumbre que se realizará en Bolivia es inédita, pues si en sus inicios el G77 sólo coordinaba programas de cooperación en materia de comercio y desarrollo para una mejor integración en el mercado mundial, la nueva reconfiguración geopolítica y geoeconómica actual, sienta las bases para hacer de este grupo un contrapeso a la hegemonía -en decadencia- de los países ricos.

No sólo Bolivia, sino el ALBA y hasta el MERCOSUR, tienen la mejor oportunidad de liderar una transición con perspectiva mundial. Por eso la necesidad de contar, en la actualidad, con una perspectiva geopolítica ya no sólo coyuntural sino acorde con este proceso de transición planetaria. Politizar la cumbre G77 es fundamental para que nuestros países sitúen a nuestra región en el nuevo centro de gravedad de la transición civilizatoria del siglo XXI. Por eso el "vivir bien" y la "descolonización" ya no pueden diluirse en la pura retórica sino consolidarse como el discurso pertinente a un mundo en transición civilizatoria.

El G77 nace dentro del paradigma del desarrollo y en un mundo repartido entre dos potencias. Con la imposición de un mundo unipolar, el grupo no tenía más carácter que el exclusivamente declarativo. Pero con la decadencia del mundo unipolar y el ascenso de los BRICS, nuevos márgenes de acción se presentan para este tipo de grupos (también es el caso de los "no alineados"), pues los mismos organismos internacionales (pertinentes a la hegemonía gringa) se hallan seriamente cuestionados; entonces, ante el declive de unos y el ascenso de otros, el G77 se halla en condiciones nunca antes experimentadas, pues el mundo moderno atraviesa, por vez primera, la ausencia del poder hegemónico occidental, pero a su vez, también se encuentra en medio de una crisis civilizatoria que amenaza a la supervivencia propia del planeta.

En ese contexto, la reunión en Bolivia podría despertar una conciencia global de un necesario cambio de paradigma frente a la decadencia del capitalismo. Sólo una mancomunidad de esfuerzos de los países pobres podría augurar nuevas vías que puedan apostar las economías periféricas, con el fin de desprenderse definitivamente de las prerrogativas de los países ricos (ahora en crisis profundas) y proponerse despegues económicos que ya no busquen una integración subordinada al capital y al mercado globales sino de una reconstrucción de sus propias economías. Este periodo de transición hacia un nuevo sistema económico mundial durará por lo menos un siglo; no se sabe qué adviene pero la economía no puede continuar con las prerrogativas propias del modelo de producción, consumo y acumulación actual.

El ascenso de las potencias emergentes no sólo reequilibran el poder global sino que hace posible descentrar la economía y la política globales. La disposición centro-periferia es lo que ya no puede mantenerse; con el ascenso de los BRICS se reivindican culturas y civilizaciones que el mundo moderno las consideró arcaicas y superadas del todo. India y China vuelven a tener la importancia global anterior a la modernidad. Por eso no es raro que una buena parte de la literatura gringa hable del "choque de civilizaciones". Occidente se siente amenazada por el despertar de las civilizaciones que supuso atrasadas, lo cual no hace sino desmentir su presunta superioridad civilizatoria.

Para este año China será la primera economía mundial y para el 2020 China superará en lo tecnológico, económico, científico, educativo, etc., a la suma conjunta de Europa y USA. Solo en el índice PISA, que mide el nivel educativo en el mundo, de los 10 primeros puestos, 7 son países asiáticos (hasta Vietnam está por encima de USA). Es decir, la decadencia del primer mundo es ya una cuestión de hecho.

En ese contexto, el primer mundo ya no es más modelo civilizatorio. Y la economía que patrocinó por cinco siglos ya no es más sostenible. Energéticamente el mundo ya no puede seguir el modelo de consumo occidental; a lo cual hay que añadir que las potencias emergentes no son autosuficientes y ya no pueden hablar en los términos colonialistas que lo hacían Europa y USA. La colonización ya no sería posible de reeditarse en el siglo XXI.

Esto quiere decir que, un mundo multipolar, permite pensar una situación mucho más rica y compleja: la ceropolaridad. Este concepto es novedoso en la geopolítica y quiere describir un mundo sin hegemonías concentradas. Pues tampoco las nuevas potencias emergentes, pueden decidir todo sin contar con los afectados; esto significa que ninguna potencia puede ejercer, de modo único, su influencia sobre todos los acontecimientos.

Cuando los poderes hegemónicos retroceden en algo, las soberanías nacionales, aunque mínimas, despiertan a nuevas apuestas; y si estas apuestas se generalizan, entonces tenemos una coyuntura como la actual: un "cambio de época". Una nueva disposición geopolítica planetaria con ya no un solo centro abre márgenes de acción para los países pobres. Pero estos, de modo aislado, no podrían superar su situación. Sólo la cooperación y las alianzas estratégicas podrían enfrentar, de modo más plausible, la arremetida de los países ricos.

Estas alianzas no pueden prescindir de los BRICS. China recupera el pacífico como centro de la economía global y eso supone también que los flujos comerciales se des-occidentalicen. Junto a la India establecen una nueva geografía de la economía mundial. Por primera vez, después de 500 años, América aparece otra vez al extremo oriente del oriente, mostrando el verdadero sentido y dirección de la civilización humana. Occidente nunca fue la culminación del desarrollo de la civilización humana. Las implicaciones de este tipo de recambios van a tener sus repercusiones hasta en lo cultural.

Aliarse a los BRICS no tendría que significar avalar, o peor, remedar su modelo de crecimiento económico. Pero en una nueva cartografía geopolítica y un nuevo mapa institucional global, nuestros países podrían demandar, en condiciones más favorables, una transformación del modelo productivo y de consumo que ha originado el capitalismo. Por eso necesitamos reafirmar la creación de una nueva arquitectura financiera global. Se dice que nadie, en el contexto global, es independiente del todo; se es independiente en la medida en que se conoce y se aprovecha, en beneficio propio, el grado de dependencia que se tiene.

Una transformación del modelo productivo supone una nueva arquitectura financiera y ésta presupone un nuevo marco jurídico del derecho, nacional e internacional, que le devuelva la soberanía a los pueblos. Cuestionar todo aquello supone también advertir que no es un modelo de desarrollo lo que ha entrado en crisis sino el propio desarrollo; el afán de control y dominio de la naturaleza, reducida a objeto a disposición, es lo que ya no puede sostenerse. La propia concepción que de naturaleza tiene el capitalismo y la modernidad, es lo que hace insostenible todo sistema económico. Por eso, la defensa de "derechos de la Madre tierra", el "vivir bien", la "descolonización", se constituyen en criterios epocales que sostienen una toma de conciencia global; esto es lo que establece, en nuestro caso, un liderazgo nunca antes imaginado y que nos abriría la posibilidad de establecer una agenda mundial.

Los desafíos son grandes, por ejemplo, desafiar al mismo mercado global supone la promoción de sistemas de producción locales y tecnologías ancestrales o la recuperación de economías campesinas comunitarias como base de la soberanía alimentaria. Sólo aquello podría remediar, en un 50%, la emisión de gases de efecto invernadero (que provoca las gran agroindustria). La autosuficiencia alimentaria es parte de la consolidación de alternativas en la economía e, inevitablemente, de la revalorización de las culturas antes despreciadas.

El nivel de agresión y destrucción del proceso de producción capitalista, destaca una invariable en su propia lógica: destruir para producir. En ese sentido, la decadencia del capitalismo arrastra al mundo y a la vida en su conjunto. Las implicancias a futuro de esta decadencia es la que obliga al mundo a proponerse nuevas alternativas. Por eso la respuesta no puede provenir del primer mundo, pues la apuesta de éste es únicamente alterar el rumbo que está adquiriendo el mundo multipolar e impedir definitivamente su consolidación.

En Ucrania, la opción occidental consiste en restaurar el orden hegemónico unipolar; pues la sobrevivencia de Europa misma se encuentra en entredicho. La dependencia del gas ruso le aleja de la esfera gringa y le convierte en una semi-colonia energética de una economía cuyo centro se hace cada vez más oriental. Los dislocamientos geopolíticos de este nuevo siglo hacen resurgir a la región euroasiática como lugar estratégico para controlar y dominar al mundo. Para Occidente es vital recuperar esa zona, pues sus estrategas consideran que Ucrania es la entrada a Eurasia, donde vive el 75% de la población mundial y donde se hallan ¾ partes de toda la energía conocida. Capturando a Ucrania se trata de impedir que la economía se orientalice, pues si Rusia se acerca a China (y a India), Occidente deja de tener la importancia que una vez tuvo y su economía no podría ya reponer su predominio (por eso hasta Alemania juega doble, pues también se acerca a China y Rusia, aunque no renuncia a su pertenencia occidental).

El G77 no puede desatender este nuevo contexto que está alterando por completo el tablero geopolítico mundial. En medio de un incipiente mundo multipolar, la visión que se tenga no puede reducirse a lo meramente local. En un mismo mundo compartido, todo tiene relación con todo. Una nueva lectura del relacionamiento internacional pasa por una actualización geopolítica de un mundo en transición. La narrativa actual es geopolítica, pero no una geopolítica provinciano-imperial sino una geopolítica verdaderamente mundial.

Esto nos posibilita advertir también el carácter ideológico, unilateral y hasta plagado de un provincianismo cultural de los marcos teórico-conceptuales de las relaciones internacionales y la diplomacia, como disciplinas sociales. Estas disciplinas tienen una reducida perspectiva europeo-norteamericana, que justifica un excepcionalismo inadmisible hoy en día. La decisiva dependencia que tienen estas disciplinas de la política exterior norteamericana, delata también una profunda ignorancia de otros mundos culturales y civilizatorios que no pueden ser reducidos a la mirada occidental.

Esto nos lleva a advertir que, si el mundo que viene será multipolar, nuestra geopolítica deberá también, acorde con ese nuevo mundo, tener una visión multidimensional de implicancias globales, o sea, deberemos aprender a ver el mundo desde una perspectiva propia. Si los chinos, hindúes, iraníes y rusos, propician think tanks propios, con perspectivas geopolíticas radicalmente distintas a las de europeos y gringos, no menos debemos realizar en este lado del mundo. El asunto, en definitiva es, o producimos una perspectiva propia de lo que sucede en el mundo o nos contentamos con la perspectiva usual, que es la occidental. De una determinada narración se deduce una determinada posición. Si la narración es la decadente, la moderno-occidental, entonces lo que se deduce es la defensa de los intereses y los valores moderno-occidentales.

El mundo es lo que se interpreta de éste. O descubres el mundo o te lo encubren. La política exterior de nuestros países ha estado siempre constituida a partir de los marcos teórico-conceptuales de la narración geopolítica imperial. Desprenderse de aquello supone producir una nueva narración geopolítica que de nacimiento a un nuevo tipo de relaciones internacionales. Lo usual en teoría de las relaciones internacionales ha sido siempre la lectura abstracta, descontextualizada, sin historia, usando conceptos meramente formales, que ordenaban un pasivo reacomodo a las situaciones impuestas. La geopolítica parecía patrimonio del centro, por eso hasta la izquierda ingenua entendía ésta como una disciplina imperial (sumidos en la lectura hacia adentro olvidaban a menudo el mundo real en el cual se encontraban).

Las lecturas hegemónico-imperiales están en crisis, develando el provincianismo de la visión del centro ante un mundo de ascensos civilizatorios que no logran comprender. Occidente nunca conoció al mundo, por eso mira atónito el ascenso de las potencias emergentes y descubre que no tiene otra cosa que la fuerza bruta para imponerse. El afamado historiador de la Universidad de Yale, Paul Kennedy, sostiene que los asuntos internacionales no andan bien en el mundo político y social y que incluso estarían comenzando a desmoronarse, tanto institucional como discursivamente. Pero este desmoronamiento lo ve como un atentado al "mundo libre", es decir, no es capaz de ver que se trata del desmoronamiento cultural-civilizatorio de la propia hegemonía occidental, es decir, el llamado "mundo libre".

La conclusión que este tipo de personajes -muy influyentes en ámbitos de poder- presenta, es que el mundo está desquiciado. Esa visión delata a un centro que ya no sabe leer un nuevo mundo emergente. Para Charles Hill, legendario funcionario del Departamento de Estado, el antiguo orden conocido como el siglo norteamericano, que era parte de la era moderna, parece estar apagándose. Su diagnóstico es revelador, pues señala que la era que viene "ya no será moderna"; pero lo que constituiría una esperanza para el resto del mundo pobre, él lo ve como "nada agradable".

Por supuesto, desde el imperio no es nada agradable perder su preeminencia; por eso hace bien David Brooks (columnista del New York Times) en señalar que el orden moderno al cual se refiere Hill, es un sistema de Estados que encarnan los dos grandes vicios de las relaciones internacionales: el deseo de dominio expansivo y de eliminación de la diversidad. De ello se puede colegir que las mismas relaciones internacionales no fueron nunca concebidas para un mundo multipolar no occidental. Para el imperio, la geopolítica ha sido la defensa exclusiva de sus intereses, a los cuales llama sus valores. Un mundo multipolar y policéntrico es algo inconcebible para la geopolítica imperial, pero una necesidad a ser pensada en la geopolítica de nuestros países. Por eso tiene sentido hablar de una descolonización de la geopolítica.

La transición civilizatoria no puede ser ciega. Advertir el sentido potencial de una nueva reconfiguración planetaria, sin hegemonía única, permite diseñar una nueva fisonomía global más acorde a una realidad diversa y plural. Por eso la visión provinciana de la geopolítica imperial ya no sirve para interpretar el sentido de la transición. La narrativa geopolítica deberá recuperar las historias negadas y los horizontes culturales olvidados. Si el G77, y Bolivia y los países del ALBA, están a la altura de liderar la transición civilizatoria, lo que lógicamente debería acontecer es la posibilidad de fundar, en el mediano plazo, una nueva "Liga de las Naciones" (como reconocimiento además a sus verdaderos inspiradores: la liga indígena Iroquesa).

Si todas las instituciones mundiales ya no cuentan con legitimidad, pues todas ellas responden a la disposición centro-periferia, prototípica de la hegemonía moderno-occidental, la propia ONU debería desaparecer y dar lugar a una nueva y más democrática organización. El G77 contiene la mayor concentración de países miembros de la ONU, por tanto, su legitimidad es considerable. Un nuevo mundo en ciernes no puede amanecer con instituciones arcaicas.
Rafael Bautista S.

La Paz, Bolivia, 30 de mayo de 2014

- Rafael Bautista S. es autor de "la Descolonización de la Política. Introducción a una Política Comunitaria", Plural editores, la Paz, Bolivia. rafaelcorso@yahoo.com

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